En 1933 los americanos promulgaron la Ley Glass-Steagall como reacción regulatoria a la crisis bancaria del 29, destacando en su articulado una estricta y lógica separación entre banca de depósitos y banca de inversión. Su eficiencia fue tan notable que durante los 66 años de su vigencia no hubo crisis bancarias. Prueba de ello es que poco después de su derogación en 1999, por la acción desreguladora impulsada por Greenspan y Clinton, la consecuencia sería la Gran Recesión de 2008 que hemos sufrido y que probablemente no hubiera ocurrido de no haberse derogado la anterior.

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